Artículo para El budoka nº55, Julio-Agosto 2020
Por Luis Nogueira Serrano
Presidente European Bugei Society
Fûryûkan Bugei Dôjô
www.bugei.eu
La cultura popular, y muy especialmente el ninja boom de los años 80, ha creado el mito, aún presente hoy día, de que relacionemos ineludiblemente los shuriken con los ninja. Bien es cierto que, aunque la práctica del lanzamiento de hojas afiladas no era generalizada, no se circunscribía únicamente a formas de combate de agentes ocultos infiltrados, sino que era propia de algunas escuelas samurái.
El lanzamiento de hojas afiladas en sus muy diferentes tipos, como vamos a ver más adelante en este texto, se enmarcaba dentro del rango de las armas arrojadizas. Este rango era el intermedio entre las armas proyectiles, protagonizadas principalmente por el yumi (arco) y el tanegashima (mosquete de mecha), y las armas de melé, como la katana y la yari (lanza).
Las armas arrojadizas, tôtekibuki son un grupo de armas que se emplean para ser arrojadas por técnica manual. Algunas de ellas son de uso exclusivo arrojadizo, como el shuriken o la tôtekiyari, jabalina, y otras en las que ser arrojadas serían un uso ocasional o secundario, como puede ser el tantô o nageya (flechas lanzadas con la mano), aunque casi cualquier arma es susceptible de ser lanzada en situación eventual, siendo llamadas en esa circunstancia como uchimono.
El rango de estas armas arrojadizas se extiende desde los 1,8 metros, distancia suficiente para alcanzar a un espadachín antes de herir al lanzador hasta los 10m que sería la distancia a quemarropa de los proyectiles. Si bien es cierto que un buen lanzador podría llegar a doblar o incluso más el alcance de estas armas.
Centrándonos en el shuriken, se compone de tres caracteres: Mano – Espalda, reverso – Hoja, lámina, espada
Por lo tanto, nos referimos a una lámina que se porta escondida en el reverso de la mano (palma). Este tipo de láminas eran proyectadas, principalmente sobre la línea visual, sorprendiendo al rival, ya que por su peso y tipología rara vez podría esperarse que fueran letales, es decir, un arma que acabara con el enemigo, y sí un arma que diera una ventaja significativa, y por ese motivo, era empleada en conjunto combinación con otras armas principales, como la katana.
Ocasionalmente, se aplicaba veneno a las puntas de los shuriken, con el fin de aumentar su peligrosidad en caso de huida de la víctima ya que difícilmente se podía esperar que el veneno tuviera un efecto inmediato. Se usaba torikabuto, acónito japonés, una planta que contiene potentes alcaloides que pueden causar incluso la muerte por parada neuromuscular. También se empleaban mezclas de sustancias como ostras, excrementos y sangre de animal (principalmente equinos) que causaban profundas infecciones bacterianas. No es descartable el uso del fugu (pez globo) aunque parece que la toxicidad de éste se reduce, incluso se anula, al estar expuesto al aire por un tiempo de 24 horas.
A su vez, el shuriken empuñado también podía ser empleado como arma de corta distancia o como potenciador del agarre en técnicas de kumiuchi/jûjutsu, tal como desarrollamos en el artículo relativo a kobuki en el número 50 de El Budoka 2.0. Y de la misma forma, armas asimilables a ser usadas en corta distancia como el kogatana, kogai o el kunai, que comentamos en el citado artículo, eran susceptibles de ser empleadas como shuriken. Todas ellas, igual que el shuriken eran armas normalmente escondidas, kakushibuki, y en particular el kogai y el shuriken era habitual alojarlos/esconderlos en el cabello, zôhatsu.
Historia del shuriken – Shuriken no rekishi
Tratar de fijar con exactitud en la historia el surgimiento del shuriken es una tarea igual de complicada que el surgimiento de las lanzas. Cierto es que el shuriken es un tipo muy concreto de hoja arrojadiza, pero forma parte de una evolución paulatina de armas de tipo arrojadizo. Así que lo mejor es que nos remontemos al origen del empleo de las armas arrojadizas en los campos de batalla de Japón.
Por absurdo que parezca, la primera arma a ser arrojada con objeto de dañar fueron las piedras. En Japón existen registros de que los guerreros lanzaban piedras sobre sus enemigos en las guerras de Genpei (1180-1185). Esta técnica era conocida como ishinage o injiuchi (entre varios otros nombres). En el término de injiuchi, que fue también citado en otra edición de la revista, y que con afán de refrescar terminología se usaba para referirse al empleo de hondas y que, como consecuencia, se refirió posteriormente a un evento, consistente en una “batalla de piedras” que celebraban los adolescentes los días 5 de mayo de cada año.
Paralelamente, estas piedras empleadas como armas eran llamadas tsubute, y en el periodo feudal se transformaron estas piedras en piezas metálicas llamadas tetsutsubute, con formas circulares, cuadrangulares u octogonales, con el canto ligeramente afilado. Estas piezas tenían una dimensión aproximada de 4,5cm de diámetro y algo menos de 1cm de grosor, pareciendo un shuriken grueso. Empleadas para ser lanzadas y como potenciador del impacto. Estas piezas resultan ser el ancestro más cercano al shuriken tal cual lo conocemos…
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